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Portada > Enséñale buenos hábitos > ¿Padres obesos, hijos obesos? > El papel de los genes en la obesidad

ENSÉÑALE BUENOS HÁBITOS

¿PADRES OBESOS, HIJOS OBESOS?

El papel de los genes en la obesidad

Seguro que muchos padres y madres que sufren de obesidad se han planteado en algún momento si su enfermedad afectará también a sus hijos e hijas. ¿Es la genética un factor decisivo? ¿Se puede hacer algo por evitarlo o hay que asumir lo inevitable?

En esta sección
El papel de los genes en la obesidad [pág. 1]
La genética no lo es todo [pág. 2]
¿Qué es lo que conduce a la obesidad? [pág. 2]
   

Padres y madres deben tomar conciencia y asumir los errores que comenten en su dieta y estilo de vida para evitar trasladarlos a sus hijos, ya que la clave se centra en "comer mejor y moverse más".

El balance energético de una persona puede estar influenciado hasta en un 40% por su herencia genética
Idea Sana
  • ¿De padres obesos, hijos obesos?
  • Cuando los padres son obesos o uno de ellos lo es, la probabilidad de que sus hijos sean obesos aumenta. De hecho, se estima que los hijos tienen entre un 50% (si uno de los dos progenitores es obeso) y un 80% (si ambos lo son) de probabilidades de serlo también, eso sí, considerando que la genética no es un factor decisivo.

    Para entenderlo mejor, aun considerando que ciertos genes predisponen a esta enfermedad, si a ello no se suman otros factores como la falta de ejercicio o una dieta inadecuada rica en grasas o azúcares; en la mayor parte de los casos la obesidad no se desarrollará.

    Analicemos el papel que juegan los genes y los últimos avances científicos al respecto.

  • Últimos avances científicos
  • Los estudios en torno al papel que desempeñan los genes en el desarrollo de la obesidad son constantes, si bien aún queda mucho por investigar y por aprender. Lo más importante de todo lo descubierto hasta ahora radica en que se abren nuevas vías de tratamiento que consideran los genes a nivel individual. Esto permite individualizar aún más, si cabe, su terapéutica y que ésta sea más eficaz.

  • Los genes de la obesidad
  • En el desarrollo de la obesidad, además de la influencia que tienen ciertos factores ya conocidos (dieta, ejercicio, factores socioculturales, etc.), otro elemento a considerar es el perfil genético individual. De hecho, está plenamente demostrado que los genes intervienen en el centro del hambre, en la regulación del peso, en el número y tamaño de los adipocitos y en la distribución del tejido graso en diferentes partes del cuerpo, así como en el gasto energético.

    Se intuye que el balance energético de una persona puede estar influenciado hasta en un 40% por su herencia genética, afectando tanto a su apetito como a su metabolismo y composición corporal. Por el momento tan sólo han sido detectados algunos de los genes implicados en la aparición de la obesidad, ya que es posible que su número supere la cifra de los 25.000. Algunos de los genes más estudiados en los últimos años son: leptina (gen obese -Ob-) y su receptor (gen diabetes -DB-), moléculas implicadas en la diferenciación de los adipocitos y en el transporte de lípidos (PPAR, Ap 2) y receptores adrenérgicos (ADR 2 y 3), entre otros. ¿Cuál es la aplicación práctica de todo esto? Para tener una idea más clara, se ha demostrado que la alteración del gen receptor adrenérgico beta 3, hace que la persona engorde si no hace ejercicio con regularidad.

    En este caso el tratamiento debería apoyarse en el ejercicio físico, más aún que sobre la propia dieta. Por otro lado, las personas no asimilamos por igual todos los nutrientes según nuestra base genética; es decir, asimilamos de forma diferente las proteínas, los hidratos y las grasas. Por tanto, si conocemos dicha información genética, podría recomendarse a cada persona que limitara en menor o mayor medida la ingesta de uno de dichos nutrientes, por ser el que más le perjudicaría frente al tratamiento de su obesidad. De hecho, aquellas personas que sufren de una mutación en el gen PPAR, deben limitar la ingesta de grasas por encima del resto de consideraciones terapéuticas.

    Otros ejemplos de defectos genéticos son aquellos que afectan al centro del hambre y de la saciedad situado en nuestro cerebro. Tal es el caso del síndrome de Prader-Willi, una enfermedad de origen genético que provoca en la persona un hambre insaciable y una obesidad extrema desde la infancia. Otros síndromes genéticos reconocidos en la actualidad son: Bardet-Bield, Cohen y Alström-Hallgren, entre otros. En este contexto se abre un amplio horizonte de futuro para el desarrollo de la terapia génica de la obesidad. Un futuro prometedor, puesto que cuando la obesidad esté causada por ausencia o defecto de determinados genes, la incorporación de un gen o fragmento de ADN permitirá subsanar el defecto existente.

  • La obesidad, ¿cómo evitarla?
  • Los avances sobre la obesidad son constantes, si bien nuestro esfuerzo y motivación siguen siendo el arma más eficaz para vencerla. De hecho, la solución más razonable sigue siendo la dieta y el ejercicio, mediante un cambio cultural que suponga aprender a comer mejor y a moverse más, y reduciendo la ingesta de calorías de forma permanente.

    Los niños y niñas aprenden por imitación de todo lo que les rodea, en especial de la familia. Por tanto, si quieres evitar que tus hijos desarrollen obesidad, como padre o madre debes adoptar como primera medida "descubrir los errores que cometes en la dieta y el estilo de vida". Ello exige que te informes de cuales son las causas que conducen a la obesidad, que analices las dificultades y busques estrategias o soluciones empleando los recursos necesarios y que solicites ayuda cuando sea preciso a profesionales cualificados.

  • Cuanto antes actúes, mejor
  • Ante la obesidad se ha de actuar cuanto antes para prevenir dificultades mayores y más permanentes. De hecho, se ha demostrado que si el niño/a padece sobrepeso entre los 6 meses y los 7 años de edad, tiene un 40% de posibilidades de ser un adulto obeso, mientras que si éste se presenta entre los 6 y 13 años, la posibilidad aumenta hasta el 70%.

Pág. 1 de 3 La genética no lo es todo >


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